AL SERVICIO DEL
EMPERADOR Y DE LA PRINCESA DOÑA JUANA
Novela histórica
con mucho de rigurosa y contrastada verdad y un poso de imaginación:
justamente, la necesaria para entretener e invitar a reflexionar sin faltar a
la realidad histórica. El autor, ya conocido por múltiples ensayos y novelas,
piensa que bien vale la pena dar a conocer lo más destacado de la época imperial
española, cuyos avatares más importantes forman parte del relato. Fueron
aquellas unas especiales circunstancias que facilitaron un hecho
incontrastable: compatriotas nuestros rompieron tabúes y allanaron ancestrales
diferencias entre gentes, territorios y. también, ideas de la mano de
personajes como el Rey-Emperador Carlos I de España y V de
Alemania y de su hija Juana de Austria, Princesa de Portugal,
que fue regente de España entre 1554 y 1559, siendo recordada también como la
única mujer jesuita de la Historia. Uno y otra son actores principales del
presente relato.
LA DESTRUCCIÓN DE JERUSALÉN
Paranoica obsesión de los amos del mundo
Jerusalén, hoy ciudad santa para judíos, cristianos y
musulmanes, desde hace más de 25 siglos sigue siendo imagen de lo que no
toleran los que pretenden ser aceptados como amos de un mundo en el que solo
cuente tanto tienes tanto vales. Es lo que quiere hacer ver el autor partiendo
de la historia de la que han dejado elocuentes testimonios Flavio Josefo, H.
Graetz , otros ilustres historiadores y ¿por qué no? Los hechos de los
Apóstoles. Por el relato desfilan muy conocidos personajes y otros no
tan conocidos como la reina judía Julia Berenice, contemporánea de San Pablo y
de la que pocos saben que pudo llegar a ser emperatriz de Roma.
LOS CRISTIANOS, MARX Y EL MARXISMO
A la luz de la Historia
Si es cierto que, hace ya más de veinte siglos, los cristianos marcaron nuevo rumbo a la historia con sus vivencias y doctrina, fue Carlos Marx el personaje que, en la segunda mitad del siglo XIX, dio por equivocado ese rumbo y presentó una doctrina en la que la primera y la última palabra sobre actitudes y esperanzas humanas, más que del testimonio y persistente compromiso de las personas de buena voluntad, provenía, según él y sus exégetas, de las fuerzas materiales expresadas en los medios y modos de producción. Son de sobra conocidas las sangrientas revoluciones, dictadoras del proletariado, persecuciones y fracasos consecuentes a la práctica de tal doctrina, que, no obstante, sigue conquistando la voluntad de millones de personas que merecen conocerla mejor.
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