Remedando tradicionales proclamas, hace ya cuarenta y cinco años, se pudo decir: ¡¡Franco ha muerto, viva la Democracia!! Claro que debió ser y puede ser una democracia con una sabia responsabilidad de los votantes como principal valor, lo que, de hecho, nos anima a todos a enfocar los problemas con soluciones adecuadas
Llegados al día de hoy, si, por franquistas, se entiende a los nostálgicos de Franco, es considerado bolivariano, no el que sigue las ideas originales de Simón Bolívar, llamado el Libertador de América, sino todo aquel que, a la escucha de los decires a favor de la política seguida en la llamada República Bolivariana de Venezuela, siguen el magisterio de Hugo Chávez, el mismo que “asimiló” el bolivarianismo a su “Socialismo del Siglo XXI”, un revoltijo ideológico más de su propia cosecha que de los dichos de Bolívar, que, sin dejar de ser lo que, en Venezuela, entonces se llamaba un mantuano siempre se tuvo por el “hombre de las dificultades”. Consecuentemente, el bolivariano de hoy es más chavista e, incluso, más maduriano que fiel a la memoria de Bolívar, el cual, precisamente, marcó todas las distancias que pudo con todos los que no eran de su clase social.
Para mayor conocimiento
de causa, puede venir bien una ojeada a libros que, sin alharacas ni odios
infundados nos previenen del renacimiento de trasnochadas e inconvenientes
ideologías o que nos permiten conocer un poco mejor a personajes que, para bien
o para mal, siguen influyendo en nuestras vidas a través de los que son lo que
son a base de sus consignas y recuerdos.
Dicho lo dicho, no está
demás el bucear en la historia para potenciar lo positivos de sus lecciones procurando
no dejarnos guiar por los vendedores de humo, cuyo empeño principal es
distraernos de las responsabilidades que nos hacen más fuertes y realistas,
máxime cuando, en Democracia, lo que cuentan son los votos, sean emitidos con
buena o mala voluntad; tanto peor, si lo que nos guía son los prejuicios ideológicos
y no la clara idea de, en cada caso, optar
por lo mejor para el bienestar general según el tamiz de la buena voluntad.